Vivimos un año de enormes emociones para el mundo de las sociedades musicales. No son solo un movimiento que adorna las esencias de nuestra manera de ver el mundo, de la forma en que los hombres y mujeres de esta comunidad se organizan azarosamente; son la esencia misma de su propia personalidad, algo con el que vivimos día a día.
Forma parte de lo que cada familia programa para sus hijos, y en el que la música integra una actividad inexcusable; no como una actividad más de las llamadas extraescolares, sino como un algo que surge de la propia herencia particular de cada familia. Y en todo caso como una forma más de integración en la sociedad que nos toca vivir. Las bandas de música son un fenómeno inusitado en la Comunitat Valenciana; han sobrevivido y se han expandido desde hace dos siglos por todo el territorio de una manera homogénea y particular, desde la base social más individual y certera: el ente local, el municipio.
Han sobrevivido a situaciones difíciles y han pervivido a los cambios que se han producido, algunos de enormes perspectivas, a lo largo de doscientos años. Guerras civiles, revoluciones de todo tipo, nuevas economías, nuevas maneras de ver el mundo, aislacionismo y cooperativismo, migraciones, nuevas tecnologías que transforman la forma de gestionar la realidad, incluido el tiempo libro y el ocio, la comunicación, la globalización de las economías y del comercio, la motivación de los jóvenes.
Nada es igual que hace veinte decenios, tan siquiera nada es lo mismo que hace cincuenta años, y sin embargo… de entre las cosas que han sobrevivido a tanta tormenta han resistido las sociedades musicales, acrecentando su fortaleza, como una manera de estar en la sociedad, de sentirse parte y artífice de ella, del sentimiento de pertenencia, de algo profundo, que no oculto, que nos eleva la autoestima, con lo que nos sentimos a gusto porque nos es propio: la música de banda, la sociedad musical donde tocaban nuestros abuelos y bisabuelos, donde nuestros padres ya hacían música y donde nos sentimos partícipes de un objetivo común, la música en agrupación. Ya lo hemos dicho en alguna ocasión, toda la música es banda, sea cual sea su naturaleza, su instrumentación, su estilo, e incluso su intención. Formar parte de un todo y hacer que el todo sea la suma de afanes individuales, desde quien se esfuerza con la caja hasta quien lo hace desde el clarinete o la trompa.
Todos somos iguales porque todos somos banda. Este año 2018 pasará a la historia como el final de un proceso que comenzó tímidamente hace cincuenta años cuando un grupo de dirigentes societarios decidieron unirse en una federación que englobase a todas las sociedades musicales del territorio valenciano para conseguir avanzar en la resolución de necesidades y de carencias, con el objetivo de un reconocimiento que hasta entonces solo estaba circunscrito a ámbitos locales y municipales, y cuando solamente los certámenes e intercambios comarcales tan discretos como modestos, les permitía relacionarse.
Todos los presidentes y sus juntas directivas desde hace cinco décadas se han esforzado en conseguir una mejor visibilización del movimiento bandístico musical valenciano. No hubiera sido posible sin especificar, consolidar y uniformizar el objetivo: que la sociedad valenciana en su conjunto comprendiera la grandeza del fenómeno, y llegara allá donde se llega cuando se integra como propio: la admiración. No existe amor sin admiración; no existe liturgia sin culto. Los valencianos hemos llegado, músicos o no, a amar a las bandas de música porque admiramos la firme determinación de mostrarse al mundo como algo enormemente singular y excelso.
Celebra ahora la FSMCV su 50 aniversario, y sin embargo son más de doscientos años los que vivimos rodeados de música de banda. La democracia nos ha traído la complicidad entre las administraciones públicas y los representantes de las sociedades musicales, los recursos económicos fluyen con cierta justicia aunque todavía queda mucho; la sociedad civil ha adoptado el movimiento de bandas; y las sociedades musicales han dado un paso adelante de correspondencia, de mutua correspondencia, con la implementación, modernización y adaptación de sus escuelas de música, por ejemplo, que no son un instrumento nuevo: no hay sociedad ni la hubo en el pasado que no estuviera basada en la escuela de música. Faltaba la normalización y la adscripción al modelo educativo.
Todavía faltan algunas cosas para lograrlo. La coherencia de la federación, la firme determinación de sus dirigentes, especialmente de sus dos últimos presidentes, Pepe Almería y Pedro Rodríguez, con una misma hoja de ruta, han logrado que este año, por fin, la sociedad valenciana haya podido hacer de este fenómeno una parte de su identidad como pueblo; que ya lo era pero que no se veía con la envergadura que a partir de ahora nos permitirá alardear de nosotros mismo como nunca lo hicimos.