Todavía recuerdo aquella tarde en el Auditorio Florida de Paiporta, cuando yo era director titular de la Banda Primitiva de Paiporta.
Asistí a una audición de la escuela de música y observé con interés la labor de la profesora de lenguaje musical, quien guiaba a sus alumnos en la interpretación de una pieza.
A simple vista, parecía una audición ordinaria, pero había algo especial en su forma de dirigir a los niños, en cómo marcaba el compás y lograba que todos tocaran con una sincronización admirable.
Fue en ese momento cuando vi algo que me llamó poderosamente la atención: su gesto, su energía y su manera natural de coordinar a los pequeños músicos. Algo en ella tenía un potencial especial. Cuando terminó la audición, me acerqué y, sin dudarlo, le dije:
—Mañana te vienes a mi clase de dirección en la Escuela de Música Allegro Centro Musical.
Ella me miró sorprendida, casi sin saber cómo reaccionar. Apenas alcanzaba la mayoría de edad y la propuesta le tomó por sorpresa. Me hizo varias preguntas: ¿Dónde es? ¿Cuánto cuesta? ¿En serio cree que puedo hacerlo? Se notaba emocionada, pero a la vez algo desconcertada por la inesperada invitación.
Como no podía ser de otra manera, le facilité todo. Sabía que tenía un futuro prometedor y estaba convencido de que debía formarse en la dirección de orquesta. Por eso, incluso decidí invitarla sin coste alguno. Mi intuición no falló. Aquella joven entusiasta es hoy en día una afamada directora de orquesta: Beatriz Fernández Aucejo.
Desde el primer día, Beatriz demostró que no solo tenía talento, sino también una enorme pasión y una dedicación incansable. Juntos trabajamos todos los aspectos fundamentales de la dirección: el gesto, la interpretación de partituras, la emoción, la capacidad de ver más allá de las notas escritas, la audición crítica, las técnicas de ensayo… en definitiva, todo lo que conlleva la ardua vida de un director de orquesta.
Durante cinco o seis años, compartimos no solo las clases de dirección en Allegro Centro Musical, sino también cursos de dirección en distintos lugares del mundo. Además, Beatriz tenía la oportunidad de aprender desde dentro de la Banda Primitiva de Paiporta, donde yo ejercía como director titular. Todos sabemos que un músico no solo aprende dirigiendo, sino también siendo dirigido, tocando en el atril, conviviendo con la música y observando el trabajo de su maestro.
Para complementar su formación, le di la oportunidad de ponerse al frente de la banda del Centro Musical Allegro, donde ella era alumna. Sabía que un director necesita una agrupación con la que experimentar, aprender y crecer. Beatriz no solo aprovechó esta oportunidad, sino que además logró su primer premio en un certamen de bandas de música, dirigiendo a la banda de Allegro. Fue un momento clave en su carrera, la confirmación de que estaba destinada a grandes logros.
Con el paso de los años, su evolución fue imparable. Llegó el momento en el que consideré que debía seguir creciendo y enfrentarse a nuevos retos. Le dije:
—Ahora despega y continúa estudiando con más maestros.
Ese mismo consejo se lo di también a otro alumno de aquella etapa, su compañero, quien hoy es un compositor de renombre mundial: Óscar Navarro. Ambos siguieron caminos distintos pero exitosos: Óscar en la composición y Beatriz en la dirección.
Ella no se detuvo. Continuó formándose, dirigiendo y recorriendo el mundo, consolidando su carrera como una de las directoras de orquesta más destacadas de su generación. Hoy, Beatriz Fernández Aucejo es una directora que no solo dirige, sino que hace música, emociona con su gesto y transmite una magia indescriptible.
Magia. Esa fue nuestra palabra clave desde el primer día que pisó mi aula de dirección. Y hoy, sigue haciendo honor a ella en cada concierto, en cada ensayo y en cada obra que interpreta.
El camino no ha sido fácil, pero su esfuerzo y dedicación la han llevado a lo más alto. Y para mí, haber sido testigo de sus primeros pasos y haber contribuido a su formación es un orgullo inmenso. Beatriz es el claro ejemplo de que cuando el talento, la pasión y la perseverancia se unen, los sueños se convierten en realidad.