Emilio Calandín acaba de publicar la primera monografía sobre el compositor valenciano Francisco Llácer Pla coincidiendo con el primer centenario de su nacimiento (1918-2018). Compromiso con la modernidad aborda con absoluto rigor la obra y la estética musical de una figura clave en la evolución de la música valenciana.
– ¿Cuáles son los motivos que le llevaron a estudiar y analizar la figura y la obra de Llácer Pla?
– Desde muy pequeño el nombre de Francisco Llácer Pla era habitual en mi casa, como el de otros profesores de la Sociedad Coral El Micalet, donde mi madre, Josefina Hernández, había sido alumna de Don Paco (como habitualmente le llamábamos) y donde mi abuelo era directivo, lo que le propició engendrar una buena amistad con Llácer. Cuando conocí su música me interesó mucho. Así que desde que coincidí con él en el Conservatorio Superior de Valencia, en su clase de Formas Musicales, le propuse que me aceptara como alumno particular. Desde entonces comencé a indagar en su vida a través de sus archivos y a profundizar en su manera de trabajar en diferentes fases hasta la culminación, después de muchos años, en el libro monográfico que acaba de aparecer.
– ¿Qué supusieron las aportaciones estéticas de Llácer para la música contemporánea valenciana?
– Fue fundamental en la evolución de la música de nuestra comunidad a partir de la década de 1960. Su constante búsqueda e intento de aplicar aquellas técnicas que con gran dificultad encontraba en métodos y partituras de autores europeos le llevó a adoptar una postura de constante renovación que transmitía a sus alumnos y que se veían reflejadas en sus obras y escritos. Nunca desdeñó ni rechazó ninguna propuesta artística, aunque no la adoptara en su práctica. Fue un gran facilitador, un orientador para muchos jóvenes que comenzábamos a sumergirnos en el intrincado mundo de la música de nueva creación.
– De formación autodidacta, Llácer Pla consiguió conocer de primera mano la música que se componía en la Europa de la postguerra, ¿qué autores, métodos y tratados musicales más le influyeron, forjando su personalidad artística?
– Don Paco era un lector ávido. Siempre estaba leyendo métodos, partituras, literatura, poesía, filosofía… Todo aquello que le pudiese aportar un crecimiento en cualquier aspecto. En mi libro aparecen algunos de los métodos leídos por Llácer entre los años 1940 y 1980. Son muchos los que se pueden encontrar en su amplia y variada biblioteca, pero se seleccionaron aquellos que consideramos que le aportaron las claves para su evolución estética y técnica. Métodos como los de Julien Falk, Ernst Krenek, A. Eaglefield, C. Ballif, H. Searle, R. Reti y tantos otros que fueron conformando su poética musical. Podríamos calificarlo, haciendo uso de sus propias palabras, como un “músico contemporáneo, con tendencias actuales, pero moderadas”; debemos remarcar el gran humanismo que desprende su música, si bien es cierto que esta se puede enmarcar dentro de la corriente expresionista de influencias bergianas.
– Dicen que detrás de cada gran artista, hay una ardua y larga labor de síntesis de todo lo anterior y de profundización en los nuevos postulados estéticos, ¿piensa que la síntesis realizada por Llácer Pla sigue vigente y que se ha acabado convirtiendo en un clásico?
– Llácer era un hombre con un gran conocimiento de la tradición musical occidental y le sirvió para convertirse en una figura puente entre esa tradición y la modernidad. Más que un clásico creo que debemos considerarlo un referente para algunas generaciones de compositores y creadores a partir de los años 1970.
– Compañero de generación de los Barce, de Pablo, Bernaola o Halffter, ¿a qué se debe que Valencia no se incorporara también al carro de la modernidad musical durante las décadas de 1950 y posteriores?
– En esos años, Valencia estaba anclada en una música de vertiente nacionalista con tintes folcloristas; en ese ambiente era muy difícil realizar cualquier propuesta que se apartara de ese pensamiento. De hecho, los únicos que en las décadas de 1950 y 1960 practicaban una música con técnicas venidas de Europa eran José Báguena Soler y el propio Llácer, a la sazón alumno de este durante un corto período. Debemos pensar también en la gran influencia que suponía en aquel momento el mundo bandístico el cual, arraigado en pensamientos musicales más bien tradicionales, influyó en generar una situación más bien estática y bastante reacia a implantar en la práctica musical los nuevos lenguajes. Afortunadamente, esta situación fue cambiando con la irrupción de nuevas generaciones en nuestro panorama musical y artístico.
– Amigo y cómplice de artistas plásticos vanguardistas valencianos y de poetas e intelectuales de su época, Llácer encarnó a la perfección el modelo de músico transversal y amante de otras disciplinas artísticas, ¿por qué la mayoría de los compositores jóvenes viven de espaldas a otras manifestaciones escénicas, visuales o literarias?
– Cierto es que Llácer realizó muchas colaboraciones con artistas de otras disciplinas, pero también lo es que hoy esa práctica es bastante habitual, por lo que no comparto esa afirmación de que los jóvenes se desentiendan de lo que ocurre en otras disciplinas. Otra cosa es que esas colaboraciones podrían ser más numerosas y habituales, evidentemente que sí, pero eso no quiere decir que no existan. Todo es mejorable, incluso en algunos conservatorios se fomentan los proyectos interdisciplinares con otras instituciones artísticas, aunque no en todos.
– Coincidiendo con la celebración del Centenario del nacimiento de Llácer Pla, ¿piensa que este compositor fundamental en la evolución de la música valenciana ha sido justamente valorado y reivindicado por las actuales generaciones y por las instituciones académicas y culturales?
– El caso de las nuevas generaciones me preocupa un poco pues olvidan muy pronto sus raíces. La sociedad “líquida” en la que estamos alojados actualmente, según Z. Bauman, es muy peligrosa y debemos impedir ciertos olvidos imperdonables, y no me refiero solo al alumnado. Precisamente esa ha sido una de las razones fundamentales para la publicación del libro. En cuanto a la indiferencia de ciertas instituciones es triste. En algunos casos el desconocimiento del personaje, el no tener perspectiva histórica es lo que tiene… Debemos decir que otras entidades sí que han colaborado en la organización de algún evento, pero esto no ha sido la tónica general. De hecho, algunas de las actividades conmemorativas han podido llevarse a cabo por la participación directa de la sociedad civil y de entidades privadas.
– “Compromiso con la modernidad”, publicado por la editorial valenciana EdictOràlia, ha contado con el apoyo de la Fundación SGAE y otras entidades, ¿por qué no ha despertado ningún interés en las instituciones musicales valencianas?
– No se entiende que un libro como este, el primer monográfico sobre una persona que ha contribuido de manera muy activa y positiva en nuestra historia reciente no haya despertado ningún interés en las instituciones musicales. No solo no han colaborado en la financiación de la edición, sino que además tampoco han mostrado, hasta el momento, ningún síntoma de querer adquirir ejemplares para distribuirlos por las bibliotecas musicales de nuestra comunidad.
– ¿A quién recomendaría la lectura de su libro?
– A toda aquella persona interesada en conocer parte de nuestra historia reciente, en este caso a través de uno de los personajes que contribuyeron a escribirla. A los profesores de música, estudiantes y amantes de este bello arte que quieran conocer más profundamente los procedimientos utilizados por un hombre que consagró su vida a la música en diversas disciplinas: la composición, la dirección coral y la pedagogía. Se lo recomendaría a todo aquel que busque entender el presente a través del conocimiento de nuestro pasado cercano. Mostrar respeto por nuestros ancestros es precisamente lo que ennoblece al ser humano. A través del libro sobre Llácer Pla, podremos descubrir a un hombre profundamente humanista, conocedor del pasado, amante del arte, que asumió un compromiso con la historia pasada pero que tendió a moverse denodadamente hacia adelante, convirtiéndose en un puente natural entre nuestra tradición y la modernidad.