Kairós es un término griego que representa ese lapso indeterminado en que algo importante sucede. Literalmente es el «momento adecuado u oportuno» de manera que debe asociarse a Cronos, otro término de la filosofía griega, que ya habrán sospechado se refiere a Tiempo.
Aquél, Kairós, es cualitativo, referido a la calidad, a lo intrínseco de la acción o el pensamiento, mientras que Cronos es cuantitativo, se refiere al tiempo, al cuándo.
Del primero me quedo con la descripción de Hesiodo: «todo lo que es mejor que algo», mientras Eurípides afirma que es «la mejor guía en cualquier actividad humana.»
Si unimos Kairós con Cronos, el resultado sería pues, algo así “como tomar decisiones en el momento oportuno”.
Algo que se establecería como un encuentro con la obviedad, pero de naturaleza intrínseca al ser humano. Al fin y al cabo, la filosofía griega no fue otra cosa, entre otras, que la explicación de lo obvio. O dicho de forma menos suntuosa, ¿no somos lo humanos quienes tenemos la intención siempre de encontrar el momento oportuno para realizar una acción importante de tu vida?
Pero tener una idea, resolver un problema, acercar un deseo a la realidad, anunciar su reencuentro o simplemente agudizar el ingenio para mejorar una situación, no es solamente percibir la idea e intentar ponerla en práctica. Es algo más complejo: añadirle una estrategia, como el concepto que pone en valor qué hacer y sobre todo qué no hacer para alcanzar con éxito los objetivos.
Viene a cuento esta reflexión en torno al Certamen Internacional de Bandas de Música “ciudad de València” porque el anuncio de cambios drásticos en la formulación de la convocatoria de la 136 edición, o, dicho de otra manera: el qué hacer unido al cuándo hacerlo ha creado una expectativa inusitada.
Los elementos que se han aportado, la mayor dotación, el modelo evaluativo del concurso y todo aquello del que se ha informado en este periódico profusamente ha conducido a elevar el nivel de interés de las sociedades musicales que concurren a las cuatro secciones. Se ha hecho más evidente en la Sección de Honor que se ve concurrida con cinco agrupaciones de entre las más legendarias: Una de Llíria, las dos de Buñol, la de Tavernes de la Valldigna y una de la Vall d’Uixó. Quedó relegada por sorteo la de Quart de Poblet, que tiene plaza fija para el año próximo. Tal vez la perfección hubiera llegado si se hubiera presentado alguna de Alicante, que tiene poderosos argumentos para el futuro.
Los cambios se hicieron a pocos meses de la toma de posesión de la nueva administración municipal, con un comité organizador compuesto por gentes de solvencia musical, y con un jurado del que hasta ahora solo ha trascendido un nombre de extraordinaria posición mundial. El compositor Francisco Coll será el presidente, un golpe de efecto que acredita que “esto va en serio”.
El Certamen necesitaba un cambio de rumbo, algo que moviera las aguas estancadas de las últimas décadas. El festival más antiguo del mundo había languidecido, mostrando debilidad, flaqueza, falta de espíritu, de vigor, y por lo tanto de interés, sobre todo de interés internacional.
Era necesario darle un primer impulso, la fuerza necesaria al nuevo motor que devolviera aquella leyenda del Cerrtamen de València, que junto a WMC Kerkrade está en las esencias de la ambición.
Por tanto, Kairós y Cronos por los organizadores. Y un punto de atención. El Palau de la Música es un marco fantástico, pero con un aforo limitado. Es preciso conseguir que exista una retransmisión en directo, como han dicho algunas batutas en este periódico. Un directo o un streaming solvente y respetuoso. No es suficiente una única cámara y un sonido insuficiente. Pero todavía hay tiempo.