La declamación es siempre un relato cuando se agrupa con aspectos que tengan como común denominador algo que les una, y hoy queremos hablar de, sin orden de preferencia, Andrés Valero Castells y Casa Mediterráneo, Pedro Rodríguez y Sanimusic, Capella de Ministers y Carles Magraner, Cristóbal Soler y el Congreso Internacional de Directores de Orquesta y del pianista valenciano Josu de Solaun y Hayden.
Todo discurso contiene un atisbo de declamación, aunque la mayoría de los autores se refieran a ella como un modelo de expresión poética, fundamentalmente. Algo que pretende ensalzar para provocar ensoñación y sorpresa. Porque no hay felicidad (en Aristóteles eudaimonía) sin sorpresa; es decir, aquello que nos produce dicha es casi siempre adornado por lo inesperado. Lo bueno y repentino es dos veces bueno, al tiempo que lo malo y sobrevenido es dos veces malo.
A través de la declamación se ensalza lo evidente, destacando con énfasis sus atributos, lo mejor de un verso, lo más sorprendente para no alejarnos de la poesía como ejemplo. Declamar algo, en el fondo y en la forma, es ensalzarlo. Así hablaban de filosofía los maestros griegos, que enseñaban teorías para que sus oyentes pudieran entender la vida, en su vocación insigne por teorizarla, siempre desde el gran concepto hasta la minucia de una fábula, pues fábulas son los Diálogos de Platón, por ejemplo. Sin restarle a la declamación su lado más siniestro. O como hacía decir Hesiodo a las Musas en su Teogonía: “sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad”
No hay éxito sin compañeros de viaje, porque no hay intención sin objetivo premeditado. Ser amigo de tus amigos no garantiza que te sean fieles, pero ayudan en todo caso en la consecución de un éxito.
Hasta cinco elogios con denominador común. València.
Lo dicen desde Estados Unidos, responsables del Conservatorio de Boston: el territorio valenciano es la mayor concentración de talento musical del mundo. ¿Sabemos aprovecharlo o estamos al albur de quien para lucir su brillo intenta apagar las luces de su alrededor? ¿Por qué somos tan cretinos que deseamos que desaparezca del altar todo vislumbre de oropel, ajenos aunque sean relámpagos de estima para todos? ¿Por qué hay quienes desean arrinconar los galardones cuando quienes los alcanzan no son míos o de los míos?
Por eso, hemos querido establecer en este número el relato de un mes de enero verdaderamente sublime, declamatoriamente merecido y destacable. Algo que pocos territorios del mundo puedan vanagloriarse.
Empecemos en primer lugar por lo más prosaico: la presencia en la feria The Midwest Clinic 2022 de Chicago la más destacada reunión en torno a la música del mundo y en el que Pedro Rodríguez y su empresa de Alboraya, Sanimusic, que desde la pandemia está enfrascado en dotar a la música de elementos preventivos, que finalmente ha expuesto en la capital de Illinois, con la bravura precisa para hacerse notar en los cinco continentes.
O el empeño no menos bravo de Cristóbal Soler, nuestro apreciado director, que en su calidad de presidente de la Asociación Española de Directores de Orquesta ha traído a València la convocatoria anual del International Conductors Guild; es decir el Congreso Internacional de Directores de Orquesta más notable del planeta. València, de nuevo en el mapa.
Digámoslo con palabras que se interpreten paragonandolas con eventos más conocidos. Los ICMA son uno premios que en la música clásica equivalen a los Grammys ya reconocibles, sí, esos de Shakira y Rosalía..; pues bien, dos de ellos, sí, dos, han sido obtenidos por intérpretes valencianos. El pianista valenciano Josu de Solaun con su disco de Sonatas de Hayden al mejor trabajo de Solista; y Carles Magraner con su Capella de Ministrers con el disco de música andalusí “El Collar de la Paloma” para Música Antigua. Dicho así parece poco, pero por menos hacen un monumento y consume ríos de tinta en cualquier lugar otro lugar del mundo.
Y no nos olvidemos de la práctica utópica de Andrés Perelló que desde Buñol, pasando por todo tipo de parlamentos, hasta el europeo, ahora se encarga de gestionar una entidad del ministerio de Asuntos Exteriores, Casa Mediterráneo, un consorcio público integrado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAUEC), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento de Alicante, el Ayuntamiento de Benidorm y la Diputación de Alicante; y como dicen los castizos se ha enrollado la manta morellana, y ha conseguido armonizar a los 25 países de nuestra vecindad para formar parte del Consejo Diplomático de la Casa que administra. ¿Y cómo va recibirlos? Con el estreno mundial de una obra sinfónica, Mediterraneum del gran Andrés Valero Castells que interpretará ADDA Simfònica, dirigida por Josep Vicent.
Representantes de paises de diferentes culturas, lenguas e incluso alfabetos a los que les une un mar y una ristra de problemas, y en el que la música podrá ser un lugar de encuentro, una forma de dialogar para que las armas callen.