Cuando un personaje político consolidado tiene en el frontispicio de su actuación la solidaridad desde la comprensión de la existencia, para transformarla, adquiere siempre una sintonía con lo épico, con la épica. Hace de su vida y de su actuación un decurso hacia la epopeya. La política como epopeya, tan cercana a la poesía; la política como una propuesta vital, como una manera de ser en el mundo, para cambiar aquello que nos es perfectible. La política como práxis.
Porque ser en el mundo es como vivir la historia cercada de la realidad, para extraer lo permanente y modificar lo aleatorio, aquello que nos molesta de lo concreto y convertir la esencia de la conducta pública en un hálito de esperanza, para descubrir en lo social lo que debería ser trascendente; en este caso la felicidad de los hombres.
Andrés Perelló (Buñol, 1957) es un político socialista español que ha pasado los últimos años como Embajador de España en la Unesco, con una actividad frenética y activa, rompiendo desde el primer momento el viejo aserto de que ese cargo, como otros, podría ser a modo de refugio para descanso del guerrero. En su larga peripecia como político de izquierdas, socialista de izquierdas, desde aquella lejana alcaldía de Buñol, si algo caracteriza la actitud de Perelló es su personalidad luchadora, capaz de sacarle punta, siempre, al lapicero de su afán transformador.
Para los valencianos, por ejemplo, luchó y alcanzó objetivos más que destacados. Llíria como Ciudad Creativa de la música, en su afán por satisfacer un merecido homenaje no solo para la capital de la comarca Camp de Túria, sino como reconocimiento al conjunto del colectivo de Sociedades Musicales, las centenarias bandas de música que orlan el territorio valenciano. Poco más de una veintena de ciudades del mundo tienen este privilegio. Él, que nació en Buñol, donde la música es signo especial de identidad y que vivió en una familia donde sus padres, uno era de La Armónica y el otro de La Artística, le ensañaron desde muy pequeño la gloria del acuerdo, cuando sus padres se repartían alternativamente, cada año, el balcón grande y el balcón pequeño para colocar, en fiestas, las enseñas de las dos sociedades, tan legendarias, que competían entre sí, y frente a otras localidades musicales como la propia Llíria, Cullera, Alcoy y un largo etcétera… También para el orgullo del arte valenciano, colocar a Miquel Navarroen el Catálogo Patrimonial de Obras de arte de Naciones Unidas, junto a Picasso, Tàpies, Miró y Chillida. Solo dos obras fueron aceptadas de las 19 ofrecidas. O la inscripción de Valladolidcomo ciudad creativa del cine.
Ahora estamos a la espera de saber qué pasará con Manises, que estos días se dilucida su inscripción con la firme determinación de Andrés Perelló.
Una manera de estar con los objetivos comunes, porque solo los grandes paisajes son variados, como Las Tamborradas, la Cerámica de Talavera, los Caballos de Caravaca; y en el apartado de Patrimonio Mundial: Las Montañas Sagradas y Risco Caído de Gran Canaria; El Paseo del Prado y el Retiroa pesar de que tenía un «Defer» es decir, la peor calificación previa, y se atrevió a discutirla y ganarla para la inscripción. Un riesgo al que se sometió y se encasquetó los laureles; España no ha discutido un Defer en 50 años que está en esa Convención de Patrimonio. Y algo muy sensible históricamente como ha sido la devolución de los cascos celtíberosrobados hacía 12 años en Aragón. Cuatro años en el Consejo Ejecutivo de la Unesco, recién llegado, popular como ninguno entre sus colegas de diversas y a veces lejanas procedencias geográficas o ideológicas y seductor como ninguno en sus inopinados testimonios y posiciones políticas con sus inolvidables discursos. De verbo fácil pero profundo nunca ha dejado resquicio a la retórica vacua.
Su posición social y política ha quedado grabada en la memoria conceptual de la UNESCO, cuando cursó propuestas de calado, como nunca se habían escuchado en los pasillos de un organismo de la ONU: el fortalecimiento, tras la pandemia, de los sistemas escolares menos desarrollados del mundo. La generalización de las vacunas como derecho universal. La promoción de la Cultura como si fuera un ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible), aunque la ONU no lo declara como tal. Y un plan de lucha contra las desigualdades entre países y entre clases sociales.Andrés Perelló hace honor al viejo aserto et factis cognoscetis eos.