Inventarse las coordenadas de un nuevo tiempo que se alarga en el horizonte como si las crisis de los últimos años no vayan a acabar nunca, y establecer objetivos no solo paliativos para atemperar los estragos causados, sobre todo por la pandemia, incorporandoo aquellos otros, los más importantes, los que llevan en su interior la esencia expansiva de la innovación, deberían ser la principal línea de pensamiento de un colectivo como el de las sociedades musicales valencianas.
Hace unos días, en Segorbe, tuvo lugar la Asamblea ordinaria (económica) de la FSMCV. Por primera vez se ha impedido la asistencia a los medios de comunicación no solo para informar cabalmente de lo acontecido sino para testar el estado de ánimo de los asistentes. Daniela González ha cometido el error de volverse de espaldas a los medios –incluso los especializados, como el nuestro– en su ansiado interés por controlar toda la información que el mundo de las bandas de música genera, desde su atalaya federativa, con presupuesto prácticamente público.
Nunca ha ocurrido. Ni tan siquiera durante la dictadura se impidió a los medios presenciar los eventos asamblearios. Y con más interés ahora cuando en Segorbe se iban a diseccionar los presupuestos de la pandemia.
La nota de prensa que se nos prometió apenas da dos cifras, el informe de gestión y la aprobación de las cuentas anuales, en este caso, de 2021. En ambos casos Daniela González, presidenta, ha salido más que airosa de la situación. Todo eran felicitaciones en el oropel en que se ha instalado desde hace un tiempo.
La FSMCV no ha dado cuenta pública de los asistentes, al menos en la nota de prensa, escueta, ni del debate, si lo hubo, que quedó constreñido al capítulo de ruegos y preguntas; ni si hubo verificación notarial de la presencia asamblearia ni de los escrutinios. Datos que hemos preguntado al departamento de comunicación y se nos ha contestado con el silencio. De todo ello damos cuenta en nuestra crónica de la página 3, donde reproducimos la misiva que se nos hizo llegar cuando solicitamos acreditación para nuestros periodistas.
No merecería más comentarios si esta conducta no nos recordarse las dificultades que el relato de la historia siempre ha habido con la tentación totalitaria de intentar canalizar, desde la propia sede, la información que, en este caso, el colectivo de las sociedades musicales genera en su prolija actividad. Lo criticamos porque el derecho a la información es, digámoslo así, sagrado. Solo resta saber la impresión causada en instancias políticas de esta conducta tan arriesgada.
El tiempo y la innovación
Objetivamente nuestra sincera intención es felicitar a Daniela González por el respaldo de los asistentes e intentar mostrar un camino protagonista frente a los asociados, con la promesa de que ella lidera la solución de los problemas. La felicitamos. Es cierto, el liderazgo se ha incrementado, pero todo liderazgo debe ser entendido como una entrega a quienes representa, sin mayores grietas ni titubeos.
El tiempo se ha convertido en un nuevo tiempo, donde como dijo Aristóteles, va siempre unido al movimiento. No es posible determinar el futuro sin elaborar propuestas. No es conveniente, al menos, basar la estrategia en una única reivindicación de obtener más fondos públicos. Incluso podría ser positivo si las demandas fueran para que las instituciones pudieran generar una línea de ayudas directas, y cuando decimos directas, es para que lleguen expresamente a las sociedades musicales, que sabrán administrarlas mejor pues son quienes mejor conocen sus necesidades.
Pedir un cambio de la ley IRPF para incorporar a los voluntarios retribuidos como si fueran voluntarios sociales es un afán, si no imposible, al menos muy complicado. De la misma manera que solicitar acceso al sistema público de becas siendo como es la enseñanza en la SSMM una enseñanza no reglada parecería como pedir un cambio legislativo incoherente y a la medida. ¿Acaso no son las becas CaixaBank –antes Bankia– un elemento estratégico importante en esta cuestión para la FSMCV? Se trataría de pedir y conseguir un incremento de la dotación, que para CaixaBank sería una minucia.
Con pedir no basta; son necesarios los resultados. Daniela González tiene trabajo de cara a la cita del otoño en la que podrá o no presentarse a la presidencia.
No hay innovación sin conocimiento
La fortaleza de una organización no está solamente en la manifestación permanente de mayores recursos públicos –que también– sino en la capacidad de innovación.
La gestión del conocimiento es la fuente principal para generar procesos innovadores. Un modelo del cual fue el estudio del profesor Rausell que en 2016 actualizó el previo informe de 2011 sobre el impacto económico de las SSMM.
La pandemia ha causado asolamiento, destrucción, estragos, especialmente en entidades privadas urbanas, sociológicamente independientes y urbanamente dependientes, como las SSMM. Un vendaval que ha dañado estructuras, arruinado proyectos, alimentado deserciones y destruido voluntades. Llevamos muchos meses recomendando un estudio pormenorizado, al menos un esquema, de los efectos causados en las SSMM en los años pandemia. Y no nos referimos a los ingresos aminorados sino al asolamiento antes citado. ¿Cómo ha llegado la FSMCV a determinar que han sido 30 los millones dejados de recaudar? ¿Cómo se ha llegado a esa cifra? ¿Es suficiente hacer una estimación, al parecer poco rigurosa al no conocer en detalle el método utilizado para cifrar –textualmente– en esa cantidad el detraimiento de los ingresos?
Es preciso saber las deserciones, la destrucción de voluntades, la escuelas cerradas o deprimidas, los estragos causados en suma a las entidades y a las personas que las integran. Solo así podrá ser creíble una cifra cualquiera.
Una asignatura pendiente y una idea
Las leyes patrimoniales en este país incluyen una obligación para las instituciones públicas frente a cualquier bien considerado de interés cultural. Defenderlo, preservarlo, dotarlo de medios económicos y difundirlo. Si la FSMCV tiene entre sus prioridades algo que destacar es instar a los ayuntamientos, diputaciones, y obligarse a sí misma a establecer una estrategia innovadora que incite a los ayuntamientos, principalmente, a incrementar sus dotaciones económicas las SSMM, más aún después de la crisis sanitaria. Pero ello no será posible sin un mapa de los estragos y un modelo de programa a corto y medio plazo que ampare la firme determinación de que los preceptos de las leyes sobre el patrimonio se cumplan. No basta con pedir más dinero a la Generalitat para ser administrado por la propia FSMCV. Se trata de que las ayudas lleguen a las SSMM para resolver su propio programa.
Y en el camino hay que encontrar atajos que nos permitan avanzar. Presidencia de la Generalitat debería crear en su seno un Comisionado dedicado a este colectivo con objetivos claros; uno, ayudar al estudio pormenorizado del mapa del que antes hemos hablado, y dos, renovar la visibilización de la grandeza del movimiento bandístico valenciano, tal vez, y es solo una modesta propuesta, con la creación de un Congreso Internacional que ubique intelectualmente lo que somos y sobre todo lo que queremos ser, de cara al mundo y contando con todas las experiencias internacionales.