Por Pedro Rodríguez
Desgraciadamente hay una España del puto maricón, del negro de mierda. Una España excluyente con todo, con la religión, la orientación sexual, la etnia, la nacionalidad o cualquier otra diferencia. Todo les vale para generar exclusión, para crear odio.
Es una España que no evoluciona, que nos quisiera sin derechos, con la justicia de la antigüedad del ojo por ojo, la que nos dejaría a todos ciegos.
Es la España de los que siempre mandaron, los herederos de los señores feudales que nos envían a sus guerras. Pero ahora no las hay. Los demócratas, los ciudadanos de esta época, hijos de la Ilustración, no queremos que haya guerras. Nos vale más el valor de las vidas humanas. Incluso de las suyas. No estamos dispuestos a coger las armas para nada y por eso nos hemos dado la UE, la ONU, la UNICEF, la UNESCO, los tribunales de Estrasburgo o de la Haya y hasta la OMS
Una España que usa la propia España como exclusión. Una España rancia que hace que muchos españoles vascos, catalanes, gallegos o valencianos no estemos a gusto con su idea de la España central, centralista y centralizada. Es la España del km 0, que cuando impone sus criterios, hace que se pierda mucho sentimiento españolista, pero del bueno, el de la España abierta, moderna y solidaria. España no es una, España son muchas y variadas. Tantas como españoles, tantas como sus nacionalidades.
Pero parece que últimamente la España involucionadora se envalentona y vemos ridículos como el chiringuito de la Oficina del Español. Imprescindible por supuesto para defender la segunda lengua más hablada del mundo (según ellos mismos, que no es así) con 463 millones de hablantes nativos. Es evidente que, si no la defendiera una oficinita madrileña sin presupuesto más allá del sueldo millonario de su director, podría desaparecer de un día para otro. Estamos salvados. Otro de tantos como el que montó Aguirre para Abascal. Corta memoria. Maldita hemeroteca.
Esa España sombría está estos días alborotada. Sus representantes políticos los jalean hasta que comentan algún crimen como el del pobre #Samuel y luego desaparecen unos días, vuelven a sus nidos de serpiente para generar más veneno. Tirar la piedra y esconder la mano, es tan antiguo como el ojo por ojo.
Dicen que son los buenos españoles, pero precisamente les sobra la inmensa mayoría de españoles y españolas. Les sobran los y las solidarias, los y las altruistas, los y las generosas, los y las progresistas, pero sobre todo, les sobran las feministas, estas no pueden ni verlas. Ver a las mujeres emancipadas y dueñas de sus cuerpos y de sus destinos les cabrea. Ya no pueden mandarlas y obligarlas a seguir de rodillas y a hacer lo que les de la gana. Las quisieran bajo su yugo, como en la edad media, puros burros de carga para el populacho o vientres para engendrar soldados y reyes para la nobleza. Pero no hace falta irse tan lejos, ayer mismo, sin posibilidad de tener una cuenta en un banco, como en el franquismo donde defienden que se vivía tan bien.
La España del “la mate porque era mía” es la misma España del negro de mierda, moro de mierda, maricón de mierda, vascos de mierda. Eso no es España, no es una nación. Eso es puro odio. A veces incluso lo más parecido al puro odio nacionalista que los enerva tanto. Por eso es tan parecido el odio en España, en Francia o en Hungría porque es idéntico.
Nos quieren hacer creer que eso es la España que madruga, pero tan solo son la España que odia. Yo después de esta semana me siento tan maricón, gitano, negro y moro como Villenero, Alicantino, Valenciano, Español y Europeo y me he levantado a las 6:00. Y a mucha honra oiga.