Por Juandedios Leal, Director de lasBandas
En la línea de pensamiento de Albert Camus diremos que el arte combate el dolor y el dolor sin alivio puede conducir a la desesperanza. Cuando los fríos intensos de la des-esperanza -permítasenos la licencia ortográfica de un guion intencionado- nos acechan sin atisbar salidas del páramo e invaden el cúmulo final de incertezas. Mientras, se acumulan, como las nieves de una tormenta interminable, murallasque llegan a impedir la visión del paisaje que nos rodea y todo se transforma en terror. Se nos condena a un aserto medieval de que la esperanza se contenía en la espera de un mundo mejor: el reino de los cielos (Descartes fue el primero que renegó de esta creencia colectiva, de ahí su modernidad). Ahora, el final de un calvario sanitario que no se anuncia presto ni definitivo, la falta de recursos directos para restablecer el ánimo y la sinrazón en una batalla campal iniciada por quienes quieren sacarprovecho poniendo zancadillas a sus adversarios políticos por el mero hecho de ocupar el gobierno, está abandonando a los ciudadanos sufrientes en las faucesd e la des-esperanza.
Es normal que los jóvenes, con una expectativa de largas décadas y con una incidencia letal más leve en esta pandemia que las que amenaza a las gentes de edadesa dultas, la espera pueda formar parte de la esperanza,pero no es cierto. Citando a Descartes: «Yo no espero más, no encuentro ningún motivo para seguir esperando, porque pongo en duda todo ese orden que me dice que en la espera està¡ el sentido de mi vida, porque enla espera estoy esperando el cumplimiento de la promesa».»No hay promesa», concluye.
Una crisis de magnitudes aterradoras
Hace ahora un año, en marzo de 2020, la població nmundial percibió una amenaza que al menos en tres generaciones no había soportado la humanidad. Los primeros enigmas que se trató de resolver fueron: cuánto duraría, cómo afrontaríamos el peligro, de qué ayudas de cualquier tipo contaríamos. Y es cierto que al principio se instaló la esperanza de que más pronto que tarde volveríamos de nuevo a lo que se denominó, primero,la normalidad, luego la nueva normalidad y después la incertidumbre de que no hay respuestas, porque nadie las conoce con exactitud. «Dudo de todo» es la idea que nos perturba.
El mundo de la cultura no es ajeno a estos sentimientos, y de la esperanza ha pasado a un sentimiento de terror. No hay sector cultural que no esté instalado en un todo está perdido y que solo cabe esperar a que laf osa sea lo suficientemente profunda para albergar un nuevo huésped en el abismo del fracaso.
Dejémonos de historias vanas, por no decir estúpidas. Hoy, todo el universo de la cultura -y de la música en particular- vive cada día esperando la guadaña del averno.
Venimos diciéndolo hace tiempo, la industria cultural, las bases sociales en quienes se asientan las iniciativas y el conglomerado de propuestas creativas están adelgazando, unas desapareciendo, otras acumulando endeudamiento. Las ayudas son un arma que se vuelve en contra si no se amplían, no se convierten en directas y no se prolongan mientras dure lo peor.
Es fundamental que la Federación de Sociedades Musicalesde la Comunidad Valenciana esté recibiendo ayudas importantes para sobrevivir. La cuestión es qué tipo de grano hay que plantar si a la vuelta de unos meses muchos de los campos han desaparecido o están heridos de muerte por que se han convertido en baldíos. ¿En qué situación se encuentran las sociedades musicales, declaradas Bien de Interés Cultural por el Consell? ¿Sobrevivirán todas al Covid-19? Es difícil hacer una encuesta sobre su situación, porque las respuestas están basadas en la esperanza, tal vez engañosa por voluntarista. Por ello, contrasta el patrociniode Bankia -en proceso de fusión con CaixaBank- con un programa, Bankia Escolta València, que habrá destinado 9 millones de euros desde 2014 a 2021, año en el que la nueva entidad tendrá que evaluar y considerar su continuidad a partir de 2022.
¿Alguien puede comprender que la Generalitat Valencianano haya convocado las ayudas a los medios de comunicación que utilizan el valenciano como lengua principal, de 2019 y de 2020 a pesar de que había dotaciónpresupuestaria? ¿Cuántos medios de este rango han desaparecido en esta crisis o han sido tocados por una flecha letal? ¿Alguien sabe cuántas empresas o proyectos culturales han recibido algún crédito blando del Institut Valencià de Finances (IVF)?
Quizás estas preguntas sean retóricas porque las ayudasque se convocan a sectores culturales o festivos son tan ridículas en cuantía que terminan siendo tan decepcionantes como irritantes. Estamos los de la cultura y los de la información de proximidad,en este caso valencianos, instalados en el terror.
Cuando solo el arte combate el dolor.